Te escribo cosas que no leerás, ni querrás leer, para no querer llamarte.
Más que invocarte en silencio, en afán telepático, intento trasladarte a un mundo aparte, dentro de mi ficción. Remitirte a un anhelo literario, figura de mi condición, gatillo de un deseo que debe mantenerse encapsulado, para someterse al enfoque de lo pasado. Nítido, claro, fértil, hermoso, íntimo pero pasado.
Quisiera no querer llorar mientras camino solo, que no existiese la pena como un oleaje imparable. Que me la quitaran como un mago quita el mantel de la mesa, sin quebrar las copas ni sonar la plata, en un solo movimiento. ¿Despojarse? Si ya me siento vacío queriendo (perdón lo impreciso de la palabra) olvidarte ¿Qué despojo sería ese sin la tristeza de la idea misma de ya no pensar en ti, aunque sea involuntariemente, cuando despierto, y de pronto me jacto de no tenerte en la mente apenas abro los ojos y digo "ja, no vino a mí tu cara ni tu nombre" y así me muerdo los labios porque te estoy pensando? De algún modo te estoy llamando... Aunque sea en este mundo de letras... aunque estés aquí... yo también estoy.
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