Me pasan cosas con tu boca.
Necesito abrirte una sonrisa con la lengua, apoyar mi pesar en tu mentón y levantar tu labio superior con el mío contrario y quedarme ahí inmóvil, rozándote, respirándote, todo lo que exhales lo querré y tendré dentro, mi boca se posa en cuanta mueca remueva mi mano al pasar tras tu cuello y de vuelta a tu boca. Tan sólo las yemas de mi índice rondando tu oreja y mi pulgar extasiado recorriéndola de comisura a temblor. Mi trazado tímido y ansioso dibujará en tu boca un sendero que no me cansaré de recorrer. Otra mano mía meserá tus cabellos, dedos con paciencia por tus sienes, para que cierres los ojos, y besaré también tu frente, la besaré y la besaré otra vez, y volveré a topar tus labios contra los míos y apenas sentiremos la saliva y será una humedad esperanzadora... y ahí estará en mi boca el sabor de la tuya y habrá un único sabor naciendo entre nosotros, mientras tu beso se abra y abraze el mío, una mano mía en tu cara y otra baja por la curva de tu espalda... una mano tuya en mi cara y la otra al final del brazo que me rodee y acerque a ti. Tu pecho, el mío, ninguna distancia. Tu boca, la mía, ninguna distancia, y entre los dos... este sabor; sabor a las sales de nuestro calor, a avellana en lo profundo, al azucar de una miel impaciente, a la sensación de tu lengua contra la mía y mi boca ya no es mía y no distingo ya más nada. Abro los ojos por un momento para ver donde estoy, para verte sonriendo, entrabiertos tus ojos, y sonrío y me río, y el pequeño aliento de mi risa volverá a mí, al pasar por nuestro beso, cuando lo hayas tenido dentro... cuando el sabor me vuelva a hacer sonreir.
(De LaEternidad)
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